Página:El Angel de la Sombra.djvu/102

Esta página ha sido corregida
102
LEOPOLDO LUGONES

—Una sorpresa! Y qué dicen por allá... sus discípulos?... O nada saben? Anoche, al menos...

—No hasta ahora. Como no se trata de verdaderas lecciones, sino de un entretenimiento, nada había que advertir...

—Pero no es reservado...

—De ningún modo, y menos para usted. Hace ya días que está aceptado y re suelto.

Los labios del doctor entumeciéronse en una sonrisa penetrante como las aristas del acero que examinaba.


XLVI


De sobremesa con los Almeidas, esa noche, entre sorbo y sorbo de café:

—Conque el profesor se les ausenta... —dijo de pronto.

—Quién! Suárez Vallejo?—exclamo Toto. No sabíamos nada.

La miradas convergieron curiosas sobre el doctor.

—Sí, para una inspección consular que durará mes y medio según creo. Me lo dijo hoy mismo, conversando, en el club.

—Pero cómo no nos ha advertido nada... —comentó doña Irene.

Luisa había alzado con la habitual lentitud sus ojos serenos.

-Seguramente mañana nos lo dirá-opinó con calma perfecta.

—De manera que los versos... —insinuó, iró-