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el anacronópete

—Pues, sóoo—dijo la lugareña excitando la hilaridad en todos, á cuyas reiteradas súplicas el sabio no tuvo valor de resistir, aguijoneado á su vez por el orgullo patrio. El Anacronópete quedó suspendido en la atmósfera merced á un ligero movimiento en el graduador.

Escritos estos renglones veintiún años después de aquel memorable acontecimiento, paréceme que su relato, aunque hecho á vuela pluma, no ha de carecer de atractivo para la generación que nos está acabando de reemplazar. Copio aquí, pues, la narración del diario de don Sindulfo, en la que sin duda se ha inspirado el pintor Castellani para reproducir con el pincel aquella jornada, y que también ha servido á la prensa de la corte para describir el panorama que se exhibe en Madrid frente á la casa de la Moneda. Dice así:

«Estamos en el centro del campamento marroquí de Muley-Ahmed. Las tropas españolas llegan hacia él persiguiendo de cerca al enemigo, cuyas posiciones corona simultáneamente. Tenemos en frente el mar, Tetuán á la espalda, el río Martín á la derecha, y á la izquierda la torre de Geleli y la Casa Blanca.

»El general O'Donnell dispone que sus fuerzas ejecuten un movimiento envolvente sobre el campamento de Muley-Ahmed, con objeto de atacarlo por dos puntos distintos con las tropas de los generales Prim y Ros de Olano, entre las que se sitúa la artillería protegida por los ingenieros. Rómpese el fuego de cañón por cuarenta piezas que avanzan gradualmente hasta colocarse á cuatrocientos metros de las trincheras marroquíes.

»En primer término se destaca el general en jefe á caballo con su estado mayor, dando órdenes al comandante Ruiz Dana y teniendo á su lado al coronel Jovellar y al jefe del Estado mayor, general García. Detrás las baterías españolas cañonean los reductos. En el fondo á lo lejos el mar y la escuadra.