taja» y las dejó á todas juntas, si bien bajo la custodia de su inspección inquisitorial.
—En este momento entramos en el año 1860—exclamó Benjamín consultando el derrotero.
—¡Ay! El día en que perdí á mi novio en Constantina—interpuso Niní poniendo en juego la sensibilidad para mover el corazón de don Sindulifo y auxiliar los planes de Clara.
—Y el mismo en que yo abandoné el hogar materno en Bona, por los excesivos rigores de mi padrastro—adujo Sabina mojándose los ojos con saliva para fingir que lloraba.
El sabio tomó oportunamente la palabra, pues de tardar unos segundos más, todas aquellas jóvenes hubiesen resultado oriundas de la Argelia.
—Poco á poco—objetó don Sindulfo.—Se están ustedes enterneciendo prematuramente. Recapaciten ustedes que andamos hacia atrás; y que por lo tanto el año principia para nosotros en 31 de diciembre, ó lo que es lo mismo, que entramos en él cuando en la vida real se sale. De modo que aún les quedan á ustedes tres minutos para consagrarse á su doloroso aniversario.
—Tanto mejor—prorrumpió Niní en un arranque de alegría.—Así podré verle vivo. Pídame usted lo que quiera; pero restitúyame usted á sus brazos y empezará una era de ventura para mí que sólo he tocado humillaciones.
—Por piedad—vociferaba Sabina.—Ya que se ha encargado usted de nuestra rehabilitación, que se la debamos completa.
—Lo que solicitan es imposible. Yo las restituiré á ustedes á Francia al regreso de nuestro viaje; pero el tiempo es oro y no puedo permitirme un alto. De hacer uno en África lo verificaría sobre Tetuán para asistir á la memorable jornada que tan alto puso el honor de las armas españolas.