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el anacronópete

mento de los relojes; en que uno marcaba la hora real en la existencia efectiva y otro la relativa al momento histórico del viaje con expresión del siglo, año, mes y día según el cómputo Gregoriano.

Cuando después del entusiasta y último adiós de las corporaciones, los sábios penetraron en su baluarte, el primer cuidado de don Sindulfo fué alojar bajo llave en el cuarto de las colecciones, á las atónitas agregadas, con intimación de no moverse de allí hasta que él fuera en su busca; pues por más confianza que le mereciesen sus protestas, él creía, y con razón, que las rejas no perjudicaban á los votos. En seguida y de una sola conmoción eléctrica dejó herméticamente cerrado el Anacronópete; hecho esto propinó á Benjamín unas descargas del fluido de la inalterabilidad, recibiendo él otras tantas de mano de su amigo.

—Ya no puede el tiempo ejercer su influencia sobre nosotros—exclamó con aire de triunfo una vez terminada la operación.

—¿No cree usted sin embargo—objetó su inseparable—que nada perdíamos con esperar para fijarnos á que el Anacronópete llevase algunos minutos de marcha?

—Comprendo la intención de usted, y nadie más interesado que yo en perder algunos años para ver si rejuveneciéndome cesaban los rigores de mi sobrina; pero si á usted ó á mí, únicos que conocemos este mecanismo, nos sobreviniera un accidente cualquiera ¿cuál sería nuestra suerte disparados sin rumbo en el espacio y qué responsabilidad no pesaría sobre nosotros dejando insoluble el más gigantesco de los problemas científicos?

La observación era tan justa, que el políglota no tuvo nada que objetar. Verdad es que todo hubiera sido inútil, pues, una vez fijados, sólo la acción regular del tiempo hubiera tenido poder para destruir la producida por el fluido.