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enrique gaspar

el ángulo se convertía en agudo. Al sonar la hora del champagne los lados móviles trataron de reconquistar el equilibrio; pero la perpendicular al mantel no pudo restablecerse y, dando por tope á los omoplatos el respaldo de los sillones, el ángulo obtuso dominó en toda la línea.

Entonces empezaron los brindis, peores unos que otros, si bien todos malos, pues no hay nada que limite tanto la inteligencia como el elogio. Así es que, haciendo gracia de ellos al asendereado lector, me limito á extractar lo único que en aquel cúmulo de peroraciones hubo de bueno, que fué precisamente lo que no tuvieron de alabanza.

El bibliotecario de la Sorbona, levantándose del asiento y sacando á luz un primoroso ejemplar de la Iliada, publicado recientemente á expensas de la sociedad bibliófila, rogó á don Sindulfo que al pasar por la olimpiada en que floreció el padre de la epopeya, obtuviese de Homero que le firmase su obra magna corrigiendo los yerros tipográficos que encontrase y consignando bajo el testimonio de su facsímile si fué en Chio ó en Smirna donde vió la luz primera.

—Propongo que se substituya esa última frase por esta otra: «En dónde nació»—interpuso un académico de la historia.—Porque—prosiguió—suponiendo que la lógica fuese en aquellos tiempos fabulosos una ciencia tan exigente como lo es en nuestros días, nos exponemos a seguir ignorando cual fué la patria del cantor de Troya, si al preguntarle dónde vió la luz primera, él lo toma pedem literæ y nos contesta que en ninguna parte por ser ciego de nacimiento.

Aprobada la enmienda, tocóle el turno al presidente de la junta de agricultura, quien en correcta frase—pues era un poeta el encargado de velar por los intereses agrícolas del país—encareció a don Sindulfo casi en verso, la necesidad de combatir los efectos del oidium y de la philoxera en las vides: para lo cual creía