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el anacronópete

decidiendo trasladarse ambos á la corte de las Españas, y poniendo á disposición del anticuario su bolsillo y sus conocimientos.

Dicho y hecho: llegaron á Madrid, tomaron un cuarto común en las Peninsulares y el día de la venta se trasladaron al gabinete del coleccionador. Benjamín lo hubiera comprado todo á haber tenido dinero; pero se contuvo ante su pobreza y aun fué preciso que don Sindulfo le aguijoneara para hacerse con algunos ejemplares. La verdad es que se necesitaba ser un santo para no quitárselo de la boca, por ser dueño de aquel cúmulo de maravillas. Allí en un estuche de cuero y en estado fósil se encontraba el ojo que Aníbal perdió en el sitio de Sagunto: á su lado se erguía la punta del cuerno del buey Apis: un poco más allá reposaba una carabina llena de moho que, por haberse encontrado cargada con cañamones, se suponía que fuese la de Ambrosio que hasta entonces se había tenido por legendaria. Pero como los precios no estaban al alcance de todas las fortunas, Benjamín tuvo que reducir sus aspiraciones y concretarse á la adquisición de una medalla relativamente importante. El tiempo había corroído parte de la inscripción; pero lo que de ella podía aún leerse que era esto:

SERV C POMP PR
JO HONOR

no dejaba duda acerca del origen que el catálogo le atribuía suponiéndola tributo conmemorativo de Servio Cayo prefecto de Pompeya en honor de Júpiter.

Ya iban á abandonar el museo cuando llamó la atención del absorto aficionado el ínfimo precio en que estaba tasada una momia de carácter particular. Y en efecto, ni el sarcófago tenía la forma egipcia, ni el procedimiento por que aquel cadáver había sido