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enrique gaspar

determiné mandarle cortar la cabeza; pero luégo se me olvidó!

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Desventurado país donde la vida de los ciudadanos está á merced de las corazonadas de un gobernador! Á él debían mandarse á todos los que en la vieja Europa se rebelan contra la tiranía imaginaria del cumplimiento de sus obligaciones, porque ávidos de privilegios injustos, olvidan que sus ansiados derechos no son más que sus propios deberes ejercidos por otro.

Li-u, quitando la cobertera á su taza de té, nos invitó á apurar las nuestras; lo que significaba que la conferencia había dado fin.

Al día siguiente, embarcado en un bote de flores, remolcado por una lancha de vapor, fué á devolver la visita al ministro; sin que en ella ocurriera otro incidente digno de relato, que la súplica dirigida á don Guillermo Lobé, comandante del Marqués del Duero, de no saludarle con los cañonazos de ordenanza, hasta encontrarse fuera del alcance de los tacos. Lo que se cumplió, esperando para hacer la salva á que tomase tierra, y metido en la silla que allí le aguardaba, desapareciese entre la multitud precedido de soldados, tocando gongs y caracoles (que hacen las veces de trompetas).

Yo quería llevar á mis lectores á conocer la cárcel, pero no me atrevo, porque, francamente, es un espectáculo que con dificultad se resiste. Me limito, pues, á pasearlos por delante del establecimiento, sito en una plazoleta cerrada por un murallón, sobre el que se ven pintados monstruos de una fauna sui generis. Allí, convenientemente custodiados, se solean centenares de presos con la coleta cortada, envueltos en andrajos, comidos por la miseria, y ostentando la importancia de su penalidad, quien con la cabeza metida en la canga, cual arrastrándose con los piés en cepo;