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enrique gaspar

golondrina. Este refinamiento culinario, que se paga á peso de oro, son verdaderos nidos de un pajarillo, que se encuentra en Java. Formado de tallos y yerbecillas, se los limpia de plumones y otras adherencias, y deshechos por la cocción, quedan reducidos á una sustancia gelatinosa, con la que mezclan almendras de varias frutas, y de la que, á pesar de sus condiciones pectorales, no he podido intentar una segunda prueba. Su nombre es ning-vo.

Á estas delicadezas suceden los platos fuertes. Manos de cerdo rellenas, chuletas azucaradas, patos salados y prensados, que saben á jamón, faisanes que en Shang-hae valen á dos reales pieza, corzo y pescados ahumados. La salazón abunda en su cocina, lo que produce escrófulas y asquerosidades á que la pluma se resiste. Excuso decirte que, dado el cubierto, todo tiene que presentarse hecho pedacitos; y que si algo hay que trinchar, los dedos se encargan de la operación.

Aquí principian las libaciones, en las que son muy parcos. En seguida entra en tanda el arroz hervido simplemente y servido en cubos de madera, de los que cada convidado se propina dos ó tres tazas, pues constituye la verdadera y diaria alimentación del chino, que nunca prueba el pan. Amenízanlo con langostines, cerdo, aves, pescado y todo género de chow-chow (chauchau), como ellos llaman á las mezclas. La manera de devorarlo, pues no puede decirse que lo comen, es nauseabunda. Pizcan de la fuente general un trozo de chow-chow, lo trasladan á su escudilla y, colocándose esta debajo de la barba, como una bacía de afeitar, empujan precipitadamente con los fachis el arroz, ni más ni menos que si rellenasen de casquijo un agujero, y no lo mascan hasta que se les sale por la boca.