ria. El oro, la seda y los adornos que hemos visto en el bazar, constituyen su base. Pero asusta pensar que el traje más modesto de la comitiva no baja de doscientos pesos de valor, que pasan de tres mil los asistentes, y que no hay medio de contar las banderas monumentales de raso recamado de oro, los estandartes de sedas flojas, los parasoles de plumas de pavo real, los bronces suntuarios, vasos de jade, mármoles sanguinolentos, maderas preciosas y tanto y tan infiníto detalle de un exagerado precio, ya por su rareza como por su antigüedad ó mérito artístico.
Aunque variados hasta la saciedad, he aquí el patrón de los dos figurines, que dan la norma en esta especial indumentaria.
Las congregaciones de chinos ricos llevan el tradicional zapato de galera bordado; media blanca con polainas de cintas de seda de colores hasta la rodilla ; calzón de satín blanco; blusa de lo, color de plomo claro; faja de gró muy ancha que forma como un delantal, y cuyos cabos bordados en seda y oro de relieves valen un dineral: cordón de torzal grana en la coleta y ésta enroscada sobre la frente; un sombrero tártaro de paja, igual á los paveros de España, forrado de gró, y con caracteres y adornos de terciopelo y oro en la copa; y el inseparable abanico de plumas de cisne, ensartado en la cintura por detrás, lo que les da el aspecto de una cola de palomo.
Todos llevan su correspondiente coolie ó criado portador del banquillo para reposarse en las paradas.
El otro traje yo no lo sé explicar. Se compone de una túnica y una sobretúnica bordadas; mejor diré, empedradas de oro y plata, comparables tan sólo, aunque más ricas, á los vestidos de luces de nuestros toreros. Los sombreros, ya representando un enorme tulipán con franjas de seda, ya un capacete ó casco con aletas y plumas de faisán, son de lo mismo, y el efecto general es el de un ejército de astros.