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Macao, 19 de Abril de 1879.

Mi querido amigo: Cuando desde Europa se le ocurre á uno pensar en China, se la representa en su imaginación como una inmensa tela de esos abanicos que llegan allí del Celeste Imperio. Por lo menos así me la forjaba yo. Por todas partes verdes praderas como la esmeralda, salpicadas de flores rojas y azules; en medio de aquellas limpias sábanas de verdura, casitas con su agalerada techumbre, flanqueadas de kioskos en forma de parasoles superpuestos, con su campanilla correspondiente al extremo de cada radio; el arqueado puente como la joroba de un camello tendido sobre un riachuelo transparente que refleja los vivísimos colores del junco al deslizarse por su superficie; á la puerta, en forma de una O, de la casa, ataviadas damas