ualquiera que haya visto hervir en un hornillo una cazuela de sopas, habrá tenido que fijarse necesariamente en el fenómeno de transformación que se verifica en el vaho al escaparse por la campana de la chimenea. Lo primero que hace es enfriarse y convertirse en gotas de agua que paralizan la ebullición si caen en el fondo del recipiente; ó bien se trueca en hollín si la condensación tiene lugar á tal distancia del fuego que le permite solidificarse. Es decir que si la cazuela continuara hirviendo durante una serie no interrumpida de años, concluiría por formarse en la superficie de las sopas una película ó corteza producto de los desprendimientos de los vapores, ni más ni menos que la que se forma en el fogón y que acabaría por petrificarse á fuerza de tiempo. Pues apliquemos este principio á nuestro caso.