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enrique gaspar

ras fuera de la embarcación. Como supones, sería imposible que este aparato flotase, á no ser por el balancín que le agregan por un costado, y que consiste en dos largos remos armados y sujetos á la borda en posición de bogar, á cuyos extremos se ata transversalmente, ó sea paralelo á la piragua, un cilindro de madera que, descansando sobre el agua, establece el equilibrio, presentando un extenso polígono de resistencia que le impide zozobrar.

Ya asaltan el Tigris los buhoneros del país. La raza humana, que en Nápoles era morena, tostada en África y negra en Aden, empieza á perder color en la India; el cingalés es un moreno con fondo amarillo y pelo de azabache. Hombres y mujeres se peinan echándose las melenas hacia atrás, y retorciéndolas para sujetarlas, hechas un bodrio, sobre la nuca; un peine de goma como el que en Europa usan las niñas, completa su tocado. El cuerpo le ciñen con un sarrong de colores, como la sábana de los abisinios, y una chaquetilla europea en ellos y un gabancito ó caracó en ellas, que tiene poco de airoso. El sexo feo suele usar patillas, lo que acaba de asimilarlos á los gitanos.

La venta á bordo ha cambiado también de fase. A los productos artísticos de Italia y á los zoológicos de la Arabia, han sucedido los finísimos encajes de Lahor, los bordados y telas primorosas de Cachemira, los productos persas, que las caravanas indostánicas transportan de Ispahán y de Tehrán, y por último, las piedras preciosas con que en calidad y cantidad compite la India con el mundo entero.

Debo advertirte que se venden muy caras y que te piden por ellas el cuádruplo de su valor; así como que hay que ser muy experto para no tomar gato por liebre, pues son más las piedras falsas que las verdaderas que se ponen en circulación. Sólo de ese modo se explica que yo adquiriese ocho grandes rubíes, tres enormes zafiros y un topacio en cambio de tres levi-