sobre el libro de la naturaleza, sublime puerta por la que la civilización va á invadir los dominios de la barbarie. Entremos.
Largamente debatida ha sido la cuestión de si en los tiempos antiguos existió ó no un canal que ligaba el mar Mediterráneo al golfo Arábigo. Los que lo afirman, aducen como razón la presencia de los lagos en el istmo; lagos que, hábilmente utilizados por Lesseps, han facilitado notablemente su titánica empresa. Yo dejo al tiempo y á la ciencia que aclaren este punto, y limitándome á mi papel de cronista, relato lo que veo.
Para no andar buscando mapas, vamos á formarnos uno, que nos dé una idea aproximada del istmo de Suez. Apoyemos las dos manos de plano sobre una mesa y unamos los pulgares por sus extremos como para formar la cadena magnética, con la que dicen que se hacen girar los platos y los sombreros. La mano derecha representa el continente africano, la izquierda es el Asia. El vacío que resulta entre los pulgares y el pecho significa el Mediterráneo que, extendiéndose por la muñeca derecha (á la que supondremos cortada, para que nos haga el efecto del Estrecho de Gibraltar), toma, desde el lado opuesto de la misma muñeca hasta el extremo del meñique izquierdo, el nombre de Océano Atlántico.
El hueco desde los pulgares hasta los nudillos de los índices, es el mar Rojo ó golfo Arábigo; y desde dichos nudillos hasta la extremidad de los dedos, el mar de las Indias.
Los pulgares, unidos, son la lengua de tierra que une al Asia con el África, y que, impidiendo que el Mediterráneo y el mar Rojo se junten, toma el nombre de istmo de Suez.
Cuando, antiguamente, un buque tenía que transportar mercancias á las Indias ó á los puertos chinos colonizados por europeos, abordaba el Océano atlántico, costeaba la punta de la mano derecha, y navegando