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capital del Egipto, ¿quién se vuelve sin visitar la Esfinge, la pirámide de Gizeh, las demás tumbas de los Faraones y lavarse en la corriente del Nilo?

He dicho que el viaje es más largo, no por su duración, y debo rectificar este aserto, pues según me han referido, parece ser que la locomoción ferro-cativa de los fellah, hace de la lentísima española algo vertiginoso, como los convoyes de San Francisco de California á Nueva-York, pues entre otras causas hay la muy poderosa de que cuando al maquinista se le cae la petaca, ó encuentra á un amigo que sigue á pié la ruta, para el tren, y recoge á una ó á otro, sin que nadie le dirija cargos por ello.

Nosotros, ya puestos en la boca del canal, seguiremos la recta trazada por el inmortal Lesseps.

En Puerto-Said desembarcan los pasajeros para Beirut, Damasco, Smirna, y toda la costa de Siria y Palestina, y en los que seguimos al extremo Oriente, empieza á verificarse la metamórfosis reglamentaria de trajes, usos y costumbres.

Lo primero es despojarnos de todo sombrero á la europea, y calzarnos el hélmed (con h aspirada); casco para el uso de los ingleses en la India, que le da á uno el aspecto de un cocinero de bomberos, en razón de la forma del utensilio y de la blanca funda que lo reviste. A este preservativo de la insolación sigue el aligeramiento de traje, como recurso contra los calores sofocantes que nos aguardan, y que consiste en la sustitución de la lanilla por el lino y el empleo de la morisca por la noche. La morisca es un traje de algodón, compuesto de calzones anchos y blusa de manga perdida, que se viste con exclusión de camisa é interioridades equivalentes. A bordo da comienzo el consumo de arroz hervido, rociado con una salsa muy picante, de la que toma el nombre de Kury para los ingleses, Cary para los franceses, y que todos, indistintamente, llamábamos Karrik en tono de broma, porque, como