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enrique gaspar

las cinco y media, en que la campana vuelve á congregar á los pasajeros en el refectorio para la comida. Afortunadamente esta es ligera: una sopa, un relevé, cuatro suculentas entradas, dos asados (de ave y de carne), ensalada, karrick, un plato de legumbres, dos entremets ó platos dulces, uno de los que muy á menudo es sustituído por un rico helado, queso, frutas frescas y secas, pastas, café, pan, vinos y licores.

Y ya no toma uno otra cosa hasta las ocho y media. Entonces, con el pretexto de la taza de té, se paladea un bombón por aquí, se engulle una galleta por allá, se discute y se prueba experimentalmente que el sanwich es mejor por la noche que por la mañana; y con una limonada ahora, un vaso de cerveza poco después y un grog más tarde, dan las diez de la noche, y las mandíbulas se entregan al reposo, para emprender de nuevo su tarea al romper el alba, ni más ni menos que un peón de albañil, sin domingos ni fiestas de guardar.

Á propósito de fiestas, te diré que estas no se solemnizan, por no haber á bordo sacerdotes; y que habiendo preguntado la causa de esta omisión, se me contestó, y me convencieron, que de establecer en los vapores un presbítero católico, había que dar cabida en ellos, por equidad, á un pastor protestante, á un papa griego, á un dervich musulmán, á un bonzo chino y á tantos otros encargados de los diferentes cultos con que los hombres interpretan la idea de la Divinidad.

Las diversiones y los espectáculos se dividen en naturales y técnicos. Son naturales el whist y el ajedrez; el piano y canto, prodigados generalmente por los que menos aptitudes deben á la madre naturaleza y al arte auxiliar; el mareo desde la palidez, su primer síntoma en ambos sexos, hasta la abstinencia del tabaco en el hombre y la descompostura é impudibundez sin conciencia en las señoras; el rodar sobre cubierta de los