marítimas, resultó una generación de buques chatos que se pasea por los mares con los quevedos en la frente, puesto que los dos vigías de proa ya no encuentran narices sobre qué cabalgar. El Tigris, harto viejo para someterse á las exigencias de la moda, conserva aún su cartílago nasal, y hace bien, pues tengo para mí que en cuestiones de navegación, tan indispensable es el olfato como la vista.
La patrona de estos pupilajes, que se llama Agencia general, y que tiene sucursales en las cinco partes del mundo, reside en Marsella, y le indica á uno el cuarto que puede ocupar en tal ó cual de las nueve casas que desde la Joliette hasta Shang Hai tiene en aquel momento disponible; y he aquí lo que por 52 francos y 50 céntimos al día puede exigir el huésped.
Una de las dos camas de que se compone cada camarote y los accesorios correspondientes á un cuarto-tocador con ropa; un camarero; baño diario, caliente ó frío; un peluquero; el derecho de usar como costureras á las camareras destinadas al servicio de señoras; un médico; un boticario; cuarenta fogonistas, africanos, en su mayor parte salidos del golfo de Aden, encargados de alimentar los hornos; un primer maquinista y cuatro segundos; dos cocineros con sus marmitones correspondientes; un maître d'hôtel y doce criados para las mesas de primera y segunda; cerca de cuarenta chinos para el servicio secundario, entre los cuales algunos boys (voz inglesa que significa muchacho ó criado de distinción), consagrados á agitar las pancas de que hablaré á su tiempo; un capitán de armas conservador de las de á bordo, y con el deber de cerrar las escotillas de los camarotes cada vez que al mar se le hinchan las narices y amenaza invadir el buque por la menor abertura; dispenseros; carniceros; un repostero; sobre cincuenta tripulantes para poner y quitar las cortinas de los balcones, según el viento que sopla; un agente de correos; un comisario, á cuyo