—Mirad.
Y en efecto; á través del disco brillaba una tenue luz, principio del orden de la naturaleza y fin de la confusión de los elementos; pero, al retrogradar, la masa caótica iba espesándose gradualmente, y el grueso vidrio no alcanzaba á resistir los aluviones de agua, tierra y fuego que, agitados por el aire suspendían á intervalos y con violentos choques el empuje del vehículo flotante en aquel barro incandescente. La inalterabilidad había perdido sus propiedades; la asfixia se apoderaba de los viajeros, por el calórico desprendido de las paredes; hasta que por fin el cristal fundido, dando paso á un torrente de sustancias ígneas, se abrió con el estampido de cien volcanes!!!
Era el público del teatro de la Porte Saint Martin que, concluída la representación de una comedia de Julio Verne, premiaba la inventiva del autor. Juanita con Pendencia y los agregados militares enviados por nuestro gobierno á la exposición de París, ocupaban unos asientos de galería. Clara, casada desde la víspera con Luís, compartía con éste las miradas de los curiosos en un palco de proscenio, acompañada de su tutor y de su inseparable amigo el arqueólogo, parte integrante de la existencia de don Sindulfo desde que perdió á la muda en las playas de Biarritz, y atraídos ambos á la Babilonia moderna por el aliciente del universal concurso.
Ya se comprende lo demas: el tutor se había dormido y había soñado. Cuando por el camino contó el sueño á su familia, todos rieron grandemente; lo que dudo mucho que haya acontecido á mis lectores con este relato. Y no obstante hay que reconocer que mi obra tiene por lo menos un mérito: el de que un hijo