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el anacronópete

—Ved nuestra extenuación—prosiguió el políglota.

—Reconfortad con algún alimento nuestras perdidas fuerzas.

Y la verdad es que, hartos de codornices, los excur-

sionistas deseaban adquirir á cualquier precio una cazuela de modestas sopas de ajo.

—Trocadlo por vuestras vestiduras—repuso el jefe.—Aquí no se da nada sino por algo.

Convenido el trueque, se transmitió la orden de servirles leche, frutas y un par de recentales.