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enrique gaspar
—Que nadie ce coma laz plumaz de laz codornicez que han de cervir para hacerle un plumero al zabio.
—¿No se lo decía yo á usted, señorita?—observó Juana.—Nosotros somos como los tentetiesos; aunque nos tiren de cabeza, siempre caemos de pié.
Y el Anacronópete emprendió su majestuosa marcha sobre el pueblo escogido por Dios, al que aún tuvieron ocasión de ver atravesando el mar Rojo á pié enjuto mientras sus aguas, uniéndose tras él, abrían ancha tumba á los ejércitos del cuarto Amenophis.