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CAPÍTULO XVIII
«Sic transit gloria mundi»


N

o me detengo á describir el anfiteatro porque, exceptuando los ciegos de nacimiento, todos en España han visto una plaza de toros, con la que aquel guarda una completa analogía. Baste saber que los veinte mil espectadores, de que era capaz el de Pompeya, invadieron desde muy temprano aquel día los asientos que los locarios les designaban en los cunei ó secciones previamente dispuestas por los designatores ó maestros de ceremonias, según el rango y circunstancias de cada uno.