preparadas con cera y yeso, y eran de varios tamaños y formas. La caña, arundo; el junco, juncus y el calamus usáronse en la escritura que se hacía con tinta; pero antes de conocerse la aplicación de las plumas. El Egipto, Gnido y el lago Amais en Asia, según Plinio, daban profusión de estos juncos ó calamos que los griegos se hacían llevar de Persia y que, cogidos en el mes de Marzo en Aurac, dejaban endurecer por espacio de seis meses entre el fiemo ó estiércol, tomando de este modo un hermoso barniz jaspeado de negro y amarillo oscuro.
En aquel instante sonó un ronquido; pero Benjamín embriagado en su peroración, no se detuvo hasta terminar su relato.
—El uso de las plumas de ánsares, cisnes, pavos y grullas—continuó disparado—no data al parecer sino del siglo quinto. Los siameses se valían del lápiz. Los chinos emplean actualmente, como en la antigüedad, el pincel de pelo de conejo por mejor y más suave. La tinta de los tiempos remotos no tenía de común con la nuestra sino el color y la goma que entraba en su composición: Se llamaba atramentum scriptorium ó librarium, para distinguirla del atramentum sutorium ó calchantum. El negro lo hacían con el humo de la resina, de pez, de tártaro, marfil quemado y carbones triturados; cuyos ingredientes en fusión se sometían á la acción solar. Los pueblos orientales empleaban la gibia y el alumbre que los africanos substituían á veces con la adormidera ó el jugo del calamar. Refiere Allatius haber visto la tinta de pelo de cabra quemado que, aunque un poco roja, tenía las propiedades de no perder su color, ser lustrosa y adherirse muy bien al pergamino; de modo que era muy difícil borrarla. La tinta china, conocida 1120 años antes de J. C., se extrae de varias materias y especialmente de los pinos ó del aceite quemado. Entre los indios la decocción de las ramas de un árbol llamado aradranto les suministra este licor tan...