te en sus pensamientos, y á fuerza de hombre lógico, se dijo que si la consecuencia era anómala, el origen tenía que ser necesariamente irregular. Ahora bien: ¿qué circunstancia extraordinaria había ocurrido durante la navegación? Al momento le vino á las mientes el impulso retroactivo que él mismo imprimió al Anacronópete poco después de la catástrofe de los riffeños, cuando creyendo caminar hacia el pasado estuvo haciendo rumbo al presente hasta llegar á Versalles en la víspera del día de partida. La luz estaba hecha y las tinieblas disipadas: la deducción no tenía vuelta de hoja.
Y en efecto, si mis lectores recuerdan el incidente del ochavo moruno (que, perdido por un kabila, se aniquiló en cuanto traspuso el instante en que fué acuñado, pero que volvió á cobrar forma apenas el Anacronópete, marchando hacia el presente, rebasó el minuto de la acuñación), comprenderán que el fenómeno de la resurrección de los hijos de Marte obedecía á la misa causa. Evaporados al retrogradar, habían perdido su forma humana, obra del tiempo; pero su espíritu inmórtal no había abandonado el Anacronópete, como el grano de trigo oculto en la gleba no deja de existir en el terruño aunque invisible hasta la germinación. Así es que, cuando en su marcha hacia el hoy, sonó en el vehículo la hora del nacimiento de los soldados, la envoltura de carne acudió al llamamiento cronológico; y el germen, rompiendo la tierra, dejó ver el tallo para ser robusta caña y volver á tomar las proporciones de su espiga.
El cómo se sustrajeron á una segunda disolución cuando, apercibido de la falta, Benjamín reconquistó el verdadero rumbo, tiene una explicación muy sencilla. Los soldados, que alternativamente se habían visto reducirse y desarrollarse, al recobrar sus proporciones quisieron no volverlas á perder y escalaron el laboratorio decididos á implorar el amparo de la ciencia;