—¿Quién sabe? Allá veremos—objetó Benjamín, seguro de lo que anticipaba;—lo principal es parapetarnos en sitio seguro.
Y la emperatriz, cobijándose en don Sindulfo:
—Partamos—añadió,—que ya libres del monstruo, la que fué dueña de un imperio podrá abandonarse á la irresistible atracción que por ti siente y tendrá orgullo en llamarse tu esclava.
No le faltaba al sabio más que aquella declaración á quema-ropa para acabar de perder el juicio; y hubiera cometido alguna inconveniencia en el estado en que se hallaba su razón, si el chocar de las armas no hubiera acusado la proximidad del enemigo y la precisión de huir. Colocaron pues á las damas entre las filas del sexo fuerte, y unos abandonados á su legítimo gozo y alguno á su desesperación, tomaron todos el camino del Anacronópete al que llegaron sin contratiempo.
Para terminar los anales de la contienda civil entre los Tao-ssé y los letrados, diremos, que vueltas de su estupor las huestes de Hien-ti, concluyeron por vencer á los parciales de Sun-ché desanimados ante la desaparición de su soberana y sin un jefe que los condujera al combate. Tsao-pi, viendo huérfano el trono, subió sus gradas, se ciñó el sombrerete y fundó la séptima dinastía de los emperadores, conocida en la historia con el nombre de los Ouei.