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el anacronópete

mente en desertar; pero ni era posible realizarlo con éxito, toda vez que la guardia afecta á su servicio tenía la orden de no abandonar un instante á los viajeros sospechosos, ni aun suponiendo posible la evasión mejoraban su precaria suerte; pues advirtiendo su ausencia, poco habían de tardar en dar alcance á los fugitivos. Además existía otra razón poderosa para oponerse; y era que no podían abandonar el Anacronópete sin correr el riesgo de permanecer indefinidamente á más de mil seiscientos años de distancia de su edad; cosa que hubiera sonreído á don Sindulfo si las circunstancias locales le hubieran permitido realizar su desideratum de imponer á la pupila su conyugal yugo.

Tomóse pues la resolución de esperar á que la Providencia les enviara con la luz del nuevo día algún rayo de esperanza, y rendidos por la fatiga se recostaron en sus lechos.

La noche fué larga como de dolor: cada cuarto de hora el grito de los centinelas cortaba la monotonía del silencio interrumpido además á intervalos por unos golpes secos como los que da el martillo sobre el clavo. El ruido parecía subir de la cala y, temiendo alguna invasión de los celestiales, don Sindulfo y Benjamín bajaron á la bodega; pero aunque permanecieron allí más de quince minutos, no volvieron á oir los martillazos que no obstante se reprodujeron apenas restituídos á sus habitaciones.

—Es por este otro lado sin duda—exclamó Benjamín.

—Sí—interpuso el sabio.—Algún arco de triunfo que nos preparan.

Y absortos en sus pensamientos quedáronse ambos aguardando la aurora que no tardó en venirlos á saludar con una sonrisa que parecía feliz augurio de esperanza. Pero el día, sin detenerse en su carrera, seguía su curso no sólo desprovisto de todo medio de salva-