riste, como la misma noche triste de Hernán Cortés en la víspera de la batalla de Otumba, fué la pasada á bordo del Anacronópete por los expedicionarios. Clara, la más digna de compasión sin duda, no hacía sino llorar y preguntarse, en su situación desesperada, qué delito había cometido para ser directa ó indirectamente la víctima expiatoria de todos los caprichos del destino inexorable. El tutor protestaba de su buena fe en las circunstancias presentes, puesto que su plan al acceder había sido burlar los designios del emperador emprendiendo la fuga; pero sus buenos propósitos, que no encerraban más que una mira egoísta, se estrellaban contra una fuerza mayor que los reducía á la inmovilidad contra todas las previsiones de sus cálculos científicos.
—Una solución de continuidad no es la causa de la paralización, puesto que las corrientes circulan sin impedimento; decía el sabio fundándose en las observaciones que él y su amigo habían hecho repetidas