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enrique gaspar
acompañados de una guardia de honor, para custodiar exteriormente el Anacronópete, y de multitud de esclavos cargados de provisiones y presentes, se encaminaron los anacronóbatas al vehículo cuya puerta abrió Benjamín entrando en él el primero.
En cuanto los servidores se hubieron retirado y los centinelas esparcido por los alrededores del coloso, á distancia respetuosa, don Sindulfo tocando el regulador y soltando una carcajada:
—No dirán que no los engañamos como á chinos—exclamó.
Pero de pronto quedóse pálido; el engañado era él. El aparato eléctrico no funcionaba. Estaban reducidos a prisión.