Página:El Anacronópete - Viaje á China-Metempsícosis (1887).pdf/136

Esta página ha sido corregida
132
enrique gaspar

parándolo por la ventana se incendió en el espacio como una lengua de fuego, acrecentando su marcha con la nueva fuerza impulsiva que le prestaba la explosión del petardo en la atmósfera.

El monje alemán quedó relegado desde aquel momento á la categoría de los seres fabulosos.

—No dudo—prosiguió Hien-ti—que todos estos procedimientos se perfeccionarán con la marcha de los siglos; pero ya veis que esencialmente no podéis enseñarnos nada nuevo; y la prueba es que venís á nuestros dominios en busca del secreto de la inmortalidad que se tiene por dogma entre los sectarios de los espíritus del celeste imperio.—Pues bien; no quiero que vuestro viaje sea infructuoso. Yo os descubriré ese arcano con una condición.

—¿Cuál?

—Ayer he perdido á la emperatriz mi compañera; las leyes me autorizan á tomar nueva esposa transcurridas que sean las cuarenta y ocho horas del luto nacional. Mañana vence el plazo. Concededme que comparta el trono con esta linda joven.

Y acompañando la acción á la frase puso entre las suyas la mano de Clara que, asustada, la retiró, pidiendo que la explicaran tan brusca acometida. La traducción que Benjamín les hizo de la exigencia del monarca sublevó á la pupila y exasperó á don Sindulfo, que en vano había puesto en las autoritarias leyes del imperio la esperanza de ser el esposo de su sobrina.

—Dígale usted que no se ha hecho la miel para la boca del asno—argumentaba la maritornes. Y todos, menos el políglota, se disponían á protestar tumultuosamente, cuando la idea de poder perder la vida si se obstinaban en rehusar, sugirió á don Sindulfo un plan conciliador.

—Finjamos ceder—dijo por lo bajo á los suyos;—y una vez restituídos al Anacronópete, á donde pedire-