del emperador Chang fundador de la segunda dinastía, y de cuya autenticidad no dejaba duda el sello de su reinado que campeaba en el centro.
—Señores—gritó Benjamín dirigiéndose á los suyos.—Estos jarrones han sido fundidos en el año 1766 antes de la era cristiana.
—De modo—interpuso el tutor—que según nuestra cuenta, tienen de existencia casi treinta y seis siglos y medio.
Mordiéndose los labios por despecho arqueológico estaba aún Benjamín, cuando descubriendo, á través de la pedrería que lo ocultaba, el fondo del cortinaje:
—¿Qué es esto? ¿También os es familiar el arte de tejer la seda?
—Tu ignorancia me asusta—le contestó el calado.—¿No sabes que ese descubrimiento tuvo lugar en el año sesenta y uno del reinado de Hoang-ti, época en que dan principio para los letrados los tiempos históricos de la China y el ciclo de sesenta años divididos éstos en 365 días y 6 horas, base de nuestro cómputo?
—Y apuesto—dijo Juanita al oir la traducción—que ese don Juan Tic era ya viejo en tiempo de Jesucristo.
—Como que floreció 2698 años antes—replicó don Sindulfo.
—Lo que yo decía; contemporáneo de usted.
—Pase por el bronce y vaya en gracia la seda—insistió Benjamín, que no se acomodaba á ser vencido en el certamen.—Pero á fe que esto no sabrá V. M. para lo que sirve.
Y desdoblando un papel presentó al emperador una brújula.
Hien-ti se sonrió con el ministro; y, conduciendo al políglota á una ventana que sobre el río caía,
—¿Ves esos barcos?—le preguntó.
—¡Con casco de hierro!—exclamó el interpelado atónito, pudiendo distinguir las planchas del forro á través de la luz crepuscular.