China casi en absoluto, pues sabido es que el estacionamiento constituye la base de su carácter.
«La cortesía artificial de los chinos—dicen los que de relatar estas ceremonias se han ocupado—se manifiesta en todos sus actos, en sus visitas sujetas á reglamentación, en el modo de colocarse en ellas según la categoría, en su manera de andar y en sus interminables cumplimientos. Jamás emplean el yo personal en la conversación; dicen, sí, vuestro criado; ó si el rango lo exige, vuestro indigno y humilde esclavo. No dirigen la palabra á nadie sin tratarle de muy noble señor. Su país es vil, miserable y abyecto, lo mismo que sus presentes por suntuosos que los hagan; al paso que cuanto pertenece al señor á quien hablan es digno de la consideración más elevada. En sus visitas todo esta prescrito por el código de la etiqueta, que tiene fuerza de ley, y el que descuidase la menor de sus prescripciones inferiría al otro un insulto, quedaría deshonrado y hasta se haría acreedor á un castigo. Los embajadores europeos quedaban antes sometidos á cuarenta días de aprendizaje y eran examinados por el tribunal de los ritos; transcurridos los cuales, si cometían algún yerro ante el emperador, eran responsables de él sus institutores.»
«Cuéntase que un duque de Moscovia rogó al emperador en sus credenciales que dispensara á su enviado si, falto de práctica, caía en alguna falta venial; y que el Hijo del cielo dando sus pasaportes al plenipotenciario, contestó en estos términos al soberano moscovita: Legatus tuus multa fecit rústice.»
«Pero no es solamente en la corte donde se procede así; todo chino que desea hacer una visita á otro, sea letrado ó mercader, hace presentar por el criado que le precede una tarjeta (tie tsée) con su nombre y sus cumplidos, en la que se lee por ejemplo: El amigo tierno y sincero de su señoría, ó el discípulo perpetuo de su doctrina se presenta para hacerle su reverencia hasta el suelo.