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enrique gaspar

mún con los eunucos, no tardaron, aprovechando las circunstancias, en utilizarlas en su provecho. La peste, habiendo desolado el imperio durante once años, un Tao-ssé llamado Chang-kio halló contra ella un remedio seguro en cierta agua preparada con unas palabras misteriosas. Este charlatán obtuvo fácilmente crédito entre las masas. Seguido por una turba de empíricos, los disciplinó, y en breve encontróse á la cabeza de un partido numeroso. Su doctrina era que el cielo azul, ó sea la dinastía de los Han dominante á la sazón en la persona del emperador Hien-ti, tocaba á su término para dejar paso al cielo amarillo. Descubiertos sus propósitos y viendo su pérdida segura, se echó al campo en abierta rebelión. Cincuenta mil hombres secundaron su grito, y tomando un gorro amarillo por insignia, se aprestaron á devastar el país. Sus expediciones fueron favorecidas por el levantamiento de muchos ambiciosos que aspiraban á repartirse la China en diversos estados; pero la prudencia y el valor del general Tsao-tsao, jefe del partido de los letrados á quienes el monarca llamó en su auxilio, sofocaron la insurrección y los vencidos se acogieron á su bandera. Hien-ti le nombró su primer ministro; pero enorgullecido por su triunfo, pronto se vió á Tsao-tsao ceñirse el sombrerete de doce colgantes, adornado con cincuenta y tres piedras preciosas—atributo distintivo de la majestad—y hacerse llevar en el coche de eje de oro con tiro de seis caballos. No hubiera tardado mucho en apoderarse del sello imperial si la muerte no le hubiera atajado el camino. Su obra no obstante fué consumada por su hijo Tsao-pi, primer calado ó ministro de Hien-ti á quien arrebató la corona en el año 220 dando fin á la dinastía de los Han para dar comienzo á la de los Ouei.

Pero, no adelantemos los sucesos toda vez que vamos á hacer asistir á los lectores á este acontecimiento memorable; y dejemos consignado para su mayor in-