—Al menos ha muerto en su cama y rodeado de los suyos—le dicen al atribulado pariente los encargados de consolarle.
—Y ha tenido usted la satisfacción de que Dios se lo conserve hasta una edad avanzada—añaden otros.
Y efectivamente, todas estas reflexiones son un lenitivo al dolor que, resultado de una máquina pensante y contante, paga la situación en su justo precio reservándose para las grandes catástrofes el máximum de intensidad.
Ahora bien: imagínense los lectores cuál sería la disposición de ánimo de los viajeros ante aquel quinto acto de una tragedia para cuyo desenlace no había Deus ex machina posible. Porque un novio es algo más que un pariente a los ojos del objeto de su cariño; y además de la amargura de separarse para siempre del suyo, las enamoradas doncellas sufrían el vejamen de ver que, siendo el amor un numen que engrandece cuanto toca, a ellas al revés, se les achicaba todo entre las manos.
Clara perdió el sentido ante la inmensidad de su infortunio y tuvo que ser conducida al gabinete en brazos de las expedicionarias. Juana, más entera aunque no menos herida, se desahogaba dando gritos contra el opresor y llamando á la guardia en su socorro.
Pero la situación más grave era sin duda la de don Sindulfo. Por malo que tuviese el genio, por mezquina que fuera su condición, por miras estrechas que lo alentasen, distaba mucho de ser un malvado: y la muerte de los veinticuatro moros, aunque llevada á cabo en legítima defensa propia, eran dos docenas de puñales que tenía hundidos en el corazón. Agréguese á esto la aparición de los hijos de Marte, en la que veía no sólo una desobediencia á sus mandatos sino la inutilidad de haber agotado su ciencia y sus recursos para desembarazarse de un rival, y se comprenderá fácilmente que su razón trastornada le indujese á