Nelson, en las aguas de Abucquir (1798). Después del regreso de Bonaparte á Francia, tomo el mando de las tropas el general Kleber, el más entendido sin duda alguna de los oficiales del ejército egipcio, y bajo sus órdenes, el dia 20 de marzo de 1800, dióse la batalla de Matarijeh, junto á las ruinas de la antigua Heliópolis; aquella batalla memorable en la cual diez mil franceses pusieron en precipitada fuga á un ejército turco seis veces mayor. El puñal de un fanático, natural de Alepo, puso término á la vida de Kleber en una calle del Cairo, y pocos meses después los ingleses obligaron á su inepto sucesor, Menou, a firmar una capitulación,
en virtud de la cual perdían su predominio, en el Cairo primero, y mas tarde el que ejercian en Alejandría (setiembre de 1801). La nación francesa debió en conse- cuencia de esto renunciar á la posesión del Egipto; mas su influencia no se menoscabó poco ni mucho. Si la cultura europea ha pene- trado en las orillas del Nilo, con más rapidez que en otro país alguno de Oriente en las esfe- ras de la sociedad más distinguida, y ha influido en las clases populares, hasta el punto de que abandonen paulatinamente muchas de las anti- guas costumbres, á los franceses, y sólo á los franceses se debe; pues para ello bastaron, por un lado las disposiciones reglamentarias dictadas por Bonaparte, y por otro la amabilidad, que es rasgo característico de la raza, merced á la cual supieron insinuarse y ganar el corazón de los gobernantes. Gracias á tales dotes lograron cap- tarse las simpatías y hasta la benevolencia del hombre eminente que ha conducido por nuevas vias los destinos del Egipto, y fundado la casa que ejerce al presente su dominio en el valle del Nilo. Ya se comprenderá que nos referimos á Mohamed (ó Mehemet) Alí, el más ensalzado y al propio tiempo el más inicuamente depri- mido de cuantos príncipes han existido en Egipto. De familia humilde, pero en manera alguna abyecta, como han sostenido algunos sin verdadero fundamento, ese hombre extraordinario nació en Cavala, pequeña ciudad de Macedonia, en el año 1769. Habiendo quedado huérfano en edad temprana y hallándose dotado de las más felices disposiciones, tomáronlo bajo su protección, en primer lugar, uno de sus tíos, y muerto éste, el sub-gobernador de su ciudad natal. Puede decirse que jamás recibió instrucción alguna de la que en la escuela se difunde; mas aún así, su espíritu, eminentemente práctico, y su intuición respecto de los negocios supo aprovechar para su