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en su cabeza ni una chispa de la lejana hoguera del saber humano que jamás dió calor á su alma; de esos nos olvidamos, prefiriendo emplear cincuenta mil pesos en adornar á unos pocos seres privilegiados que no lo necesitan, cuando con esa cantidad podriamos dar de comer pan intelectual á millares de hambrientos y vestir á muchos desnudos.

Este desperdicio de fuerzas, esta desigualdad en la distribucion de los dones públicos, esta preferencia en favor del que menos la necesita, en menoscabo del que nada recibió, es injusto, es inmoral, es imprevisor, lo digo y lo repito sin dejar de hacer honor á la sana intencion que inspiró este proyecto á sus autores, los cuales han sido objeto de una ovacion de nuestra juventud estudiosa, que tambien olvidó á sus hermanos desheredados á quienes todavia no han tocado ni las migas del festin que ella ha gozado.

El Estado debe sin duda la educacion al pueblo en sus diversos grados, no solo por las razones que apunté antes; la debe sobre todo en los paises en que la ignorancia prepondera, de modo que la enseñanza superior ó secundaria, sea como una fuerza concentrada que concurriendo con mas medios á la enseñanza comun mantenga el equilibrio hasta que todas se eduquen. No es otro el secreto de la raza enseñante de los Estados Unidos representada por los descendientes de los peregrinos de la Nueva Inglaterra, que han mantenido puras las tradiciones primitivas de la democracia marcando con su timbre á las multitudes ignorantes y mal preparadas para la vida democrática que venian