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Encíclica

con gusto otra feliz oportunidad que se nos ofrece para recomendar documentos muy útiles de otro Santo Pastor, suscitado por Dios en tiempos más cercanos a nosotros y casi en medio de las mismas tormentas, el Cardenal de la Santa Iglesia Romana y arzobispo de Milán, por Pablo V de sagrada memoria inscrito en el rango de santos, Carlos Borromeo. Y no menos por cierto; porque -para usar las palabras de nuestro mismo Antecesor- «el Señor, quien él solo hace grandes maravillas, ha obrado cosas magníficas con nosotros en los últimos tiempos, y con el admirable trabajo de su dispensación, ha erigido sobre la roca de la piedra apostólica una gran luminaria, eligiendo desde el seno de la sacrosanta Iglesia romana, a Carlos, fiel sacerdote, siervo «bueno, modelo del rebaño y modelo de los pastores. De hecho él, con múltiples esplendores de obras santas que ilustran a toda la Iglesia, brilla ante los sacerdotes y el pueblo, como un Abel por la inocencia, un Enoc por la pureza, un Jacob por el sufrimiento en los trabajos, un Moisés por la mansedumbre, un Elias por celo ardiente. Él en sí mismo muestra imitar, entre la abundancia de las delicias, la austeridad de Jerónimo, en los más altos grados la humildad de Martín, la preocupación pastoral de Gregorio, la libertad de Ambrosio, la caridad de Paulina, y finalmente nos da a ver con nuestros ojos, tocar con nuestras manos, un hombre que, mientras el mundo le sonríe con grandes halagos, vive crucificado en el mundo, vive del espíritu, pisoteado las cosas terrenales, busca continuamente las celestiales, no solo porque desempeñaba el oficio de un ángel, sino porque emulaba en la tierra los pensamientos y las obras de la vida de los ángeles»[1].

Así decía nuestro Antecesor, transcurridas cinco décadas desde la muerte de Carlos. Y ahora, tres siglos después de su glorificación decretara por el, «merecidamente y llenos nuestros labios de alegría y nuestra lengua de exultación en el insigne día de nuestra solemnidad, cuando al decretar los honores sagrados para el sacerdote Carlos cardenal de la Santa Iglesia Romana, a la que Nosotros presidimos por disposición del Señor, fue añadida una corona rica en cada piedra preciosa a su única Esposa». Así Nosotros tenemos en común con nuestro Antecesor la confianza en que, desde la contemplación de su gloria, pero aún más desde las enseñanzas y los ejemplos del Santo, se puede ver humillada la arrogancia de los

  1. Ex Bula Unigenitus, 1 de noviembre de MDXC