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Acta Apostolicae Sedis. - Comentario Oficial.

Sin embargo, como decimos, mucho más funesta se debe estimar la actual conjura por arrebatar a las naciones cristianas del seno de la Iglesia. Los enemigos, de hecho, aunque muy discordantes en los pensamientos y las voluntades, lo que es un cierto signo de error, en una cosa solo están de acuerdo, en la obstinada objeción de la verdad y la justicia; y como de ambas es Iglesia la guardiana y la defensora, contra la Iglesia sola, aprietan sus filas y avanzan al asalto. Y aunque dicen ser imparciales o promover la causa de la paz, en verdad no hacen otra cosa, con palabras dulces pero sin intenciones disfrazadas, sino tender insidias, para añadir al daño la burla, la traición a la violencia. Con un nuevo método de lucha, el nombre cristiano ahora es atacado; y se promueve una guerra mucho más peligrosa que las batallas combatidas anteriormente, de las cuales Borromeo obtuvo tanta gloria.

De ahí que todos tomemos ejemplo y enseñanza, nos animaremos a luchar con fuerza por los intereses más grandes, de los que depende la salvación de los individuos y de la sociedad: por la fe y la religión, por la inviolabilidad del derecho público; lucharemos, ciertamente, esforzados por una amarga necesidad, pero confortados juntos por una dulce esperanza de que la omnipotencia de Dios acelere la victoria para aquellos que luchan en una tan gloriosa batalla. A esta esperanza se agrega la poderosa eficacia, perpetuada hasta nuestros días, de la obra de San Carlos, tanto para debilitar el orgullo de las mentes como para fortalecer el alma en el santo propósito de restaurar todo en Cristo.

Y ahora, Venerables Hermanos, podemos concluir con las mismas palabras, con las que Nuestro Antecesor, Pablo V, mencionado varias veces, concluía las cartas que decretaron los más altos honores a Carlos: «Es correcto, por lo tanto, que demos gloria y honor y bendición para Aquel que vive por siglos de los siglos, que bendijo a nuestro consiervo con toda bendición espiritual, para ser santo e inmaculado en su presencia. Y habiéndonoslo dado al Señor como una estrella brillante en esta noche de pecados, de nuestras tribulaciones, recurrimos a la clemencia divina, con la boca y con las obras suplicando, para que Carlos que amó ardientemente a la Iglesia, sirva de otro modo con los méritos y con que el ejemplo, asista con su patrocinio y en el tiempo del desprecio se haga reconciliación por Cristo nuestro Señor"[1].

  1. Bulla Unigenitus.