Página:Editae saepe en italiano en AAS-02-1910.pdf/20

Esta página ha sido corregida
400
 

Es razonable que de esa manera «en que un buen padre, que ama a sus hijos con un amor único, les provee tanto para el presente como para el futuro, preparando las cosas necesarias para la vida, de modo que, movidos por la deuda del amor paterno, proporcionamos a los fieles de nuestra provincia todas las precauciones y preparamos para el futuro aquellas ayudas que, en el momento de la plaga, hemos conocido por experiencia que son saludables».[1]

Los mismos diseños y propuestas de afectuosa providencia, Venerable Hermanos, encuentran una aplicación práctica en aquella acción católica que a menudo hemos recomendado. Y a parte de este nobilísimo apostolado, que abarca todas las obras de misericordia para ser premiado con el reino eterno[2], son llamados los hombres elegidos del laicado. Pero, aceptando en sí este peso, deben estar listos y entrenados para sacrificarse enteramente ellos mismo y a todas sus cosas por la buena causa, para sostener la envidia, la contradicción y también la aversión de muchos que corresponden con ingratitud a los beneficios, a trabajar cada uno como buen soldado de Cristo[3], correr por el camino de la paciencia hasta el certamen que propuesto en relación con el autor y consumador de la fe Jesús[4]. Una lucha ciertamente dura, pero eficacísima para el bienestar de la sociedad civil, incluso cuando se retrase su completa victoria.

También para este último punto ahora mencionado, se pueden admirar espléndidos ejemplos de S. Carlos, y tomar de ellos, cada uno según su propia condición, cuáles imitar y consolar. Aunque, de hecho, la virtud singular, la maravillosa laboriosidad y la caridad profusa lo hicieron tan notable, incluso él, sin embargo, no estaba exento de esta ley: todos aquellos que quieren por esta misma razón que siguió un nivel de vida más austero, que viviendo piadosamente en Cristo Jesús sufrirá persecuciones[5]. Por esto mantenía siempre la rectitud y la honestidad, que surgía de un defensa integra de las leyes y de la justicia, ganó la aversión de los hombres poderosos; se encontró expuesto a engaños de diplomáticos; a veces desconfiaba de los nobles, el clero y la gente, y finalmente atrajo a sí el odio mortal de los malvados, y por ello fue cercado a muerte. Pero resistió a todo con un espíritu inquebrantable, si bien él era de naturaleza misericordiosa y dulce.

  1. Conc. Prov. V, Pars II.
  2. Mt XXV, 34. sq. 3
  3. 2 Tm II, 3.
  4. Hb XII, 1, 2.
  5. 2 Tm III, 12.