nosotros reinaba la más íntima armonía; por encima de la mesa me tendía su mano, que yo estrechaba. Entonces solía coger un vaso lleno que había junto a mí, y sin decir nada, bebía en su honor, teniendo la vista fija en sus ojos mientras bebía.
Así, veíame de nuevo junto a él, en plena vida, y sus palabras sonaban en mis oídos como an- taño.
Mas en la vida acontece que, aunque pensamos en un muerto amado, el ajetreo del día hace que pasemos a menudo semanas y meses en que sólo le recordamos pasajeramente, siendo contadísi- mas las hermosas horas de ensimismamiento pro- fundo en que nos parece volver a poseer en toda la plenitud de su vida a la persona amada; eso me ocurría con Goethe.
Pasaban, pues, a menudo muchos meses, du- rante los cuales, mi alma, distraída con las im- presiones de la vida diaria, estaba muerta para él y en que su recuerdo no me sugería nada. Y venían luego semanas y meses infecundos en que no quería brotar ni florecer nada en mi alma. Estos tiempos malos tenía que dejarlos pasar con gran paciencia, sin aprovecharlos, pues lo escri- to en tal estado no podía valer la pena. Tenía que esperar de la buena fortuna el retorno de las horas en que el pasado se muestra vivamente, y que mi persona llegase a tal nivel de fuerza es- piritual y bienestar físico, que la hiciese digno albergue de las ideas y sentimientos de Goethe Dosters Mixesuside Caps