te porque no queremos ver y vamos a todas par- tes cargados con un arsenal de filosofía y de hi- pótesis."
Se produjo una pausa, que interrumpió Riemer, recordando a lord Byron y su muerte. Con este motivo Goethe hizo un brillante análisis de sus obras y se mostró lleno de alabanza y de recono- cimiento. "Por lo demás añadió-, aunque Byron ha muerto muy joven, la literatura no ha perdi- do nada esencial en su obra futura malograda. En cierto modo, Byron ya no podía ir más allá. Había llegado a la cúspide de su fuerza creadora, y fuese lo que fuese lo que hubiera podido ha- cer aún, no hubiera ampliado los límites trazados a su genio. En la incomprensible poesía de su Juicio final ha dado el máximum de su capa- cidad."
La conversación vino a parar al poeta italia- no Torcuato Tasso y a la relación que pudiera haber entre él y Byron; Goethe no disimuló la superioridad del inglés en espíritu, conocimiento del mundo y fuerza creadora. "No puede compa- rarse a estos dos poetas-dijo, sin que el uno aniquile al otro. Byron es el tizón ardiente que reduce a cenizas el sagrado cedro del Líbano. La gran epopeya del italiano ha guardado su fama durante siglos; pero una sola línea del Don Juan acabaría con toda la Jerusalén libertada. Casa Espa