gelios, pues en ellos alienta el resplandor de la. sublimidad de la persona de Cristo, el soplo más divino que ha aparecido sobre la tierra. Si se me pregunta si estoy dispuesto a inclinarme ante esta revelación, venerándola con respeto, respondo: En absoluto me inclino ante ella como ante la reve- lación divina del más alto principio de moralidad. Si se me pregunta si estoy dispuesto a venerar al Sol, respondo también: En absoluto, pues él es también una revelación de lo Alto, ciertamente, la más poderosa que nos es dado contemplar a los hijos de la tierra. Adoro en él la luz y la fuerza generadora de Dios, por la que todos vivimos, obramos y somos, y con nosotros todas las plan- tas y animales. Pero si se me pregunta si estoy dispuesto a inclinarme ante el hueso del dedo pulgar del apóstol Pedro o Pablo, respondo: De- jadme en paz y apartaos de mí con vuestros ab- surdos.
"¡No obscurezcáis el espíritu!-dijo el apóstol. "Hay muchas necedades en los cánones de la Iglesia. Pero quiere dominar, y para ello necesita una masa limitada que se humille y esté dispues- ta a dejarse regir. Nada teme tanto el alto clero, ricamente dotado, como la ilustración de las ma- sas inferiores. Para ello les ha tenido prohibida largo tiempo la Biblia: todo el tiempo que le ha sido posible. ¿Qué iba a pensar un pobre fiel cris- tiano del aparato principesco de un rico prelado, cuando ve en los Evangelios la pobreza y miseria de Cristo, que iba humildemente a pie con sus
Ben Nackte Expa