"Por consiguiente, le importa poco el que éste o aquel libro biblico produzca un mayor o menor esclarecimiento del espíritu, o contenga doctrinas de aita moralidad y noble humanidad; lo que le interesa más bien es dar importancia en los libros de Moisés a la historia del pecado original, así como a la aparición de la necesidad del Salvador; en los profetas, a la repetida referencia a El, el esperado, y en los Evangelios, a su real aparición terrenal, su muerte en la cruz y el perdón de nuestros pecados humanos. Como usted ve, para semejantes fines, y pesado en tal balanza, ni el noble Tobías, ni el sabio Salomón, ni las senten- cias de Sirach tienen un peso considerable.
"Por lo demás, los calificativos de auténtico y no auténtico, aplicados a cosas de la Biblia, tienen un sentido curioso. ¿Qué es lo auténtico sino aque- llo tan excelente que armoniza con lo más puro de la naturaleza y la razón y puede aprovechar aún hoy para elevar nuestra formación? ¿Y qué es lo no auténtico, sino lo absurdo, vacío y necio, que no produce ningún fruto, o, por lo menos, ningún fruto bueno? Si la autenticidad de un libro bíbli- co hubiera de ser decidida planteando la cuestión de si lo que nos transmite es absolutamente ver- dadero, podría dudarse hasta de la autenticidad de los Evangelios en algunos puntos; Marcos y Lu- cas no escribieron lo visto directamente por ellos, sino lo que recogieron de la tradición oral, y Juan escribió su Evangelio en edad avanzada. Sin embargo, tengo por auténticos los cuatro Evan- Zible Expe