"En el fondo es una insensatez preocuparse de si lo que uno tiene se lo debe a sí mismo o a otros, de si uno obra por sí mismo o por otros. Lo prin- cipal es que uno tenga una gran voluntad y po- sea habilidad y constancia suficientes para rea- lizarla; lo demás es completamente indiferente. Por consiguiente, tenía razón Mirabeau cuando utilizaba del mundo exterior y sus fuerzas todo lo que podía. Poseía el don de distinguir el talento, y el talento se sentía atraído por el demonio de su potente naturaleza de modo tal, que se entre- gaba enteramente a su dirección. Así se vió rodea- do de un gran número de capacidadas excelentes, a quienes él comunicaba su fuego y a quienes ponía en actividad para sus fines, y precisamente en sa- ber obrar con otros y a través de otros consistió su genio, su originalidad y su grandeza."
Domingo 11 de marzo de 1832.
Por la noche, una hora en casa de Goethe, en- tretenido con toda clase de conversaciones. Yo había comprado una Biblia inglesa, que, con gran sentimiento mío, no contenía los libros apócrifos; y no los contenía por estimarlos auténticos ni de origen divino. Eché de menos al noble Tobías, este modelo de piadosa conducta, la sabiduría de Salomón y Jesús Sirach, escritos todos de una ele- vación moral tan grande, que pocos podrían com- parárseles. Le comuniqué a Goethe mi sentimiento 2 Exp