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También ésta la borré, lo cual no siento menos, porque ahora precisamente podía prestarme los mejores servicios."


Miércoles 20 de octubre de 1830. *

Una horita en casa de Goethe para hablar con él, por encargo de la gran duquesa, sobre un es- cudo de armas de plata que el príncipe quiere regalar a la Sociedad de tiradores de Weimar, de la que ha sido nombrado miembro.

Nuestra conversación pasó pronto a otras co- sas y Goethe me pidió que le diese mi opinión sobre los Saint-Simonianos.

"Lo principal de su doctrina parece ser-repli- qué que cada cual debe trabajar para la feli- cidad del todo, como condición indispensable para su propia felicidad."

"Yo creí-replicó Goethe-que cada cual debía empezar por sí mismo y construir primero su pro- pia felicidad, de la cual acabará por salir infali- blemente la felicidad del todo; por lo demás, aque- lla doctrina me parece poco práctica e irrealizable. Contradice a toda naturaleza, a toda experiencia y a la marcha de las cosas desde hace siglos. Con- que cada cual cumpla su deber y trabaje honrada- mente, en el círculo de su profesión, marcharía bien el conjunto. En mi profesión como escritor nunca he preguntado lo que quiere la gran masa y cómo puedo servir al todo, sino que me he li- Zamek de C