ción de recibir. "Creo que le bastará"-dijo son- riendo. Al mismo tiempo prometió a su hija que recibiría después de comer la visita del joven Hen- ning, recomendado por ella; lo hacía en conside- ración a sus ojos negros, que, al parecer, recor- daban a los de su madre.
Miércoles 12 de mayo de 1830. *
Ante la ventana de Goethe encontré un Moisés de bronce, copia del original famoso de Miguel Angel. Me pareció que los brazos eran demasia- do largos y demasiado gruesos, y sinceramente le comuniqué mi opinión a Goethe.
"¡Es que usted no piensa en las dos pesadas tablas que contenían los diez mandamientos!-re- plicó con viveza. ¿Cree usted que era una pe- queñez soportar su peso? ¿Y cree usted además que Moisés, que tenía que mandar y regir un ejército de judíos, iba a tener bastante con unos brazos ordinarios?"
Goethe se rió al decir esto, de manera que me quedé sin saber si yo estaba equivocado o si sólo defendía en broma al artista.
Lunes 2 de agosto de 1830. *
La nueva de la Revolución de julio llegó hoy a Weimar, produciendo una conmoción general. Durante la tarde fuí a ver a Goethe. "¿Qué pien- Zinus Whats' Expo