300Es posible-replicó Goethe; pero nos en- contramos en los dos extremos opuestos de la cadena. El quiere derribar y yo quisiera conser- var y edificar. Tal radicalismo, a sus años, es el colmo de la insensatez."
"Creo-dije yo-que hay que distinguir dos clases de radicalismos. El uno quiere derribarlo todo para edificar después, mientras que el otro se conforma con indicar los lados flojos y los de- fectos de una disposición política, con la espe- ranza de conseguir lo bueno sin necesidad de aplicar medios violentos. Si hubiese usted naci- do en Inglaterra, hubiera usted figurado segu- ramente en esta última clase de radicales."
"¿Por quién me toma usted?-replicó Goethe, adoptando el gesto y el tono de su Mefistófe- les. Quería usted que buscase abusos y ade- más los descubriese y publicase, yo, que en In- glaterra hubiera vivido de abusos? Nacido en In- glaterra, hubiese sido un rico duque, o más bien un obispo con treinta mil libras esterlinas de renta."
"Muy bien repliqué. Pero y si no le hu- biese tocado a usted el premio gordo, sino un billete sin premio, porque los billetes no premia- dos son muchos?"
"No todos están hechos para que les toque el premio gordo-replicó Goethe-. ¿Cree usted que yo hubiera cometido la tontería de conformarme con un billete sin premio? Ante todo, me hubie- ra afiliado al partido de los treinta y nueve ar- Zen de Com