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años; ocupaban mi espíritu como graciosos cua- dros, como bellos sueños que iban y venían, y con los cuales mi fantasía me regalaba como un jue- go. De buena gana me decidí a decir adiós a estas resplandecientes figuras amadas de tan largo tiem- po, para darles cuerpo con la palabra insuficiente y mezquina. Cuando las vi sobre el papel las con- templé con cierta melancolía; era como si tuvie- ra que separarme de un amigo querido.

"En otros tiempos-siguió diciendo Goethe, mis poemas se me ocurrían de modo completamen- te distinto. No tenía de ellos intuición ni idea al- guna anterior, sino que venían de pronto sobre mí, pidiendo ser escritos inmediatamente, de modo que me sentía empujado a componerlos de un modo instintivo y como en sueños. En esos mo- mentos de ensueño me acontecía a menudo tener ante mí un pliego de papel completamente tor- cido, sin darme cuenta de ello, hasta que lo había escrito todo o hasta que no encontraba ya sitio donde seguir escribiendo. He guardado algunas de esas hojas, escritas aún en diagonal; pero las he ido perdiendo sucesivamente, y ahora lamento no poder mostrar ya las pruebas de esos ensimisma- mientos poéticos."

Seguidamente la conversación volvió a la lite- ratura francesa, tratando de la última dirección ultrarromántica de algunos talentos de considera- ción. Goethe opinaba que esta revolución poética en gestación sería altamente favorable a la lite- Zeneca de Casa