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A continuación me mostró las actas de las se- siones del Congreso de naturalistas de Heidelberg, que contenían facsímiles de los manuscritos, cu- yos caracteres estudiamos.

"Sé perfectamente-dijo-que de semejantes re- uniones no salen para la ciencia los frutos que podía pensarse; pero son excelentes, porque ha- cen que las personas se conozcan y que quizás se aficionen unas a otras, lo cual puede tener como consecuencia que se acepte alguna doctrina nueva de un hombre de consideración, el cual, a su vez, se sentirá inclinado a interesarse y fomentar nue- vos trabajos en otra especialidad. En todo caso pasan cosas y no se sabe lo que puede salir de ellas."

Luego Goethe me enseñó la carta de un escri- tor inglés, que estaba dirigida: A su alteza el principe Goethe. "Ese título-comentó, riéndose- tendré que agradecérselo a los periodistas alema- nes, que, en su exagerado afecto hacia mí, me han llamado el príncipe de los poetas alemanes. Y véa- se cómo el error inocente alemán ha tenido por consecuencia el error igualmente inocente del in- glés."

A continuación volvió a hablar de von Mar- tius y le elogió por tener imaginación. "En el fondo dijo, sin este preciado don no puede concebirse un naturalista verdaderamente gran- de. Y no me refiero, ciertamente, a aquella ima- ginación que flota en vaguedades y fantasea co- sas que no existen, sino a la que no abandona el Eda salon Exp