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MEMORIAS Y TRADICIONES 83

sufrí los rigores del mundo inconstante, piséle atrevido con ciega confianza, burlé su mudanza.

De un ángel que amaba, la grata memoria

no daba a mi aliento lugar a pesares,

y joven, y amante, y ansiando la gloria,

cruzaba desiertos y montes y mares distante mis lares.

Pero álzase luego, terrible, espantosa,

la estrella a que se halla mi ser sometido,

y al rayo que impía desprende furiosa,

se va mi esperanza tras rudo estampido i y hoy viajo perdido!

¡Zelmira, Zelmira!... Si es verdad que has muerto ¿qué importa mi vida pobre poeta, si el mundo en tu ausencia me dejas desierto, y errante divaga mi mente insujeta cual vaga un cometa?

Por sólo un suspiro, por una mirada de las con que en mi alma tu imagen grabaste, desechado hubiera la eterna morada de celeste dicka que a tu fin hallaste cuando me dejaste!

Coronas, prestigio, fortuna, laureles,

riquezas y honores, procúrase el hombre;

para él es la gloria, para él los placeres,

y aun muerto—es la fama que lega de un nombre que la tierra asombre,

Mas yo, ¿qué buscaba? Mas yo, ¿qué he deseado? El bien de mi patria y el ángel perdido, que en medio a mi esfera de pobre soldado llenaron el orbe por mí concebido

de encantos nutrido.

No ver ya más tumbas en tierras extrañas abrirse a los restos de tanto valiente, perdido sin fruto tras dignas hazañas en noches caidas de olvido indolente

tan de uso al presente.

No ver en la frente del pueblo argentino

el pie descansando dej brusco tirano,

y hallar al extremo del largo camino

que cruzo al empuje de sino inhumano mi bien soberano.

Y luego en la vida del hombre modesto vivir para el ángel que lloro perdido, continuo en reserva buscando mi puesto, sencillo poeta del pueblo querido,

mi ambición ha sido.