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PEDRO ECHAGUE

mientras en la superficie

la tierra reposa en paz,

así en medio de estos hielos y revoltoso huracán,

la ardiente llama en mi pecho guardo de pasión voraz,

que a no ser tuyo, algún día, con la fuerza estallará

de oculto voclán, Zelmira,

que por su cráter suspira

y al viento sus fuegos da.

Que el sol a mis ojos niegue los rayos de tu fanal

en esta zona en que apenas presta luz crepuscular,

que la luna no sea astro que aquí se luzca jamás, ni las estrellas tachonen

le bóveda celestial,

ni la noche menos negra sea que la eternidad; Zelmira, cosas 157 son

que de mi ete: 1: pasión turben la impetuosidad.

Porque en medio de los hielos como entre ardiente arenal, bien de día o ya de noche, sin luz, sin techo, sin pan,

ya sacudido en los hombros

de la turbulenta mar,

o perseguido y errante

sin rumbo fijo ni plan; siempre el mismo, siempre tuyo, ¡O'b, Zelmira, oh, mi deidad! ¡Con mi amor y tu memoria, haré hasta en mis males gloria si es que vives por piedad.

También de entonces son estas estrofas: PROSCRIPTO

Si alegres auroras tuvieron los días

que un tiempo dichoso mi vida alumbraron,

muy luego mil nubes se alzaron impías,

y aquellas auroras si un sol me mostraron: de un sol no pasaron,

De entonces la tierra tránsito perdido como hoja entre -vientos sin rumbo impelida, proscripto, ignorado, confuso, abatido, sin padres, ni patria, ni hermana querida,

y odiando la vida.

En tanto que en cénit de cielo brillante rielaba a mis ojos la dulce esperanza,