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PEDRO ECHAGUE

el yermo sin nada, o esfuerzos terribles percibe delante.

¡Desmóntase al punto, desciñe su bruto, lo baja la brida,

y andando a intervalos alíviale astuto, y a poco, por fruto

observa en la bestia reacciones de vida.

Con pasos tardíos, de huelia profunda se eleva el viajero,

venciendo la arena que al paso le inunda y al cerro circunda

de forma que uunca conserva un sendero.

Ei sol ya le abrasa, la sed le devora, la cuesta se estira,

y en tanto el esfuerzo su aliento aminora; la marcha demora

y al fin en la arena rendido se tira.

Y ahí yace el v'z'ero del sueño alcanzado... Su bruto le vela...

En dulce modorra percibe un techado y el término ansiado...

Mas ¡ay! que despierta ¡y aun ciñe la espuela!

De pronto en su idea cual lumbre divina riela la esperanza,

y al cuadro de triunfo que ésta le ilumina se para y camina,

y al cabo en la cumbre con ella se afianza.

vI

Ya atrasa las crestas del cerro elevado, ya juega en su frente

un céfiro fresco, sutil, delicado, que €s nuncio probado

del clima cercano de un valle excelente.

Ya ve distribuídos mil largos caminos, y en grupo las llamas

cruzarse triscando los cerros vecinos; ya algunos espinos

con flores doradas ostentan sus ramas,

Ya, en fin, mil objetos repara delante; pajizas cabañas, vistosos sembrados de trigo abundante, y en forma elegante algunas colinas vestidas de cañas.

Viajeros que cruzan por tal o cual senda, indios que laboran

con graves arados su mínima hacienda, otros que en la enmienda

están de las aguas que al cerco devoran.