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MEMORIAS Y TRADICIONES 55

El sol se anuncia. Fajas caprichosas de púrpura y jazmín vienen delante;

y el horizonte visten presurosas

del astro aquel que asomará al instante.

La vista entonces el viajero esparce la luz preñada, de esperanza y vida; y al girarla en redor mira ligarse

en círculo, la pampa al cielo unida.

El desierto y espacio todavía

cercan y son del viajador la esfera; y el ruido en melancólica armonía sigue y promueve su atención entera.

Allá al extremo del preciso punto adonde lento su corcel conduce, (1) se alza una nube en desigual conjunto de débil polvo que en aire luce.

Sigue el viajero. Su bridón atento, con cuello erguido y juguetona oreja a la vista del polvo, en el momento de propia voluntad la calma deja:

Duplica el paso, cosquillea, estornuda, relincha y tasca con frecuencia el freno, hasta encontrarse con la recua ruda

que avanza lenta por igual terreno.

1

Y en esa recua mezclados vienen los asnos y llamas pobremente aparejados,

de varios cestos cargados construídos de secas ramas.

En los cestos viene fruta o trozos de dulce caña,

y otras veces coca y yuta, «fecto al que sin disputa

alayor estima acompaña.

Otras veces de algodón

traen los asnos grandes bultos, y las llamas, de carbón pequeños fardos que son hechos en montes ocultos.

Y los indios que conducen tan sencilla caravana en esa vida se lucen, porque a esa vida reducen toda la ventura humana.


(1) Aun cuamdo la travesía de aquellos parajes se efectúa cabal- sgando machos y mulas, también el caballo suele utilizarse a veces.